Las diferencias que distancian a Barrera de los seguidores de Erneta
Hay personas que necesitan tiempo para tomar decisiones. Evalúan, observan, consultan y así llegan a una resolución que después deben sostener con el alma, aún si se equivocan. Hay otras que se manejan sin pensar porque su seguridad las ampara y no dan importancia a los errores y las consecuencias. Y hay otras que jamás deciden y no avanzan. En política el primer ejemplo es válido aunque es común el segundo caso.
En Villa Gesell tuvimos ejemplos de los dos casos. Del 2007 a los primeros meses de 2014 gobernó la ciudad Jorge Rodríguez Erneta. Este periodo es un mandato y medio y no es antojadizo marcar este tiempo ya que el mismo Erneta se preocupó por adelantar a sus allegados que ese era el periodo que se iba a quedar en el sillón de Avenida 3 N° 820. El hombre armó un gabinete que ejerció el poder bien al estilo peronista del conurbano. Pocas concesiones a la oposición, nada de diálogo, decisión unipersonal, pésima administración y excesivo gasto de recursos. La suerte lo bendijo porque Néstor Kirchner fue presidente y destinó una cantidad enorme de recursos para obras públicas como nadie lo había hecho antes en la Argentina. Todos se beneficiaron con ese torbellino de dinero y obras que planteó el kirchnerismo naciente. Es importante remarcar que Erneta se limitó a proponer obras y gestionar la partida de los recursos para hacer estas obras. Decisión rápida e improvisada.
Hubo que sortear obstáculos para ganarse la confianza de los funcionarios nacionales y provinciales. Largas esperas y alguna agachada de esas que te acostumbras con el paso de tiempo. Hoy después de la década ganada y los siete años de Erneta nos encontramos que el espinel esta desordenado. Hubo jefes comunales que terminaron sus obras, otros que las están terminando y otros que las paralizaron porque el flujo de dinero se dispersó en el camino o en algún bolsillo.
Las fiestas duran poco, se terminan y aquí en Villa Gesell se terminó. Erneta se fue, renunció, dejó el calvario y salió en busca de una vida mejor. Dejó en el camino obras sin terminar, muchas promesas incumplidas, amigos y proveedores que deben caminar solos y demostrar que pueden mantenerse sin la mano que les dio de comer y satisfizo sus deseos más profundos. Camionetas 4x4, buenas casas y una abultada cuenta bancaria.
Llegó Gustavo Barrera al poder. No accedió por sus méritos propios, ni por los votos; lo llevó hasta ese lugar Rodríguez Erneta cuando lo ungió su sucesor. Pero Barrera es distinto, sano, de bajo perfil, tranquilo e inteligente. Hay algo que no es y no es un político profesional. Y es justicialista por amistad con Erneta sino tampoco es eso. Es otra cosa y tiene otro método.
Es el sucesor de Erneta que desobedeció el mandato del ernetismo y se sacó de encima esa lacra que rodeo al oso. Hoy Barrera le cae bien a la gente, lo respetan, lo siguen y en algunos casos lo defienden. Pero le cae mal a los militantes peronistas, no lo soportan, esperan una señal para acercarse y esa señal no llega. Esperan otra señal para hacer la interna y declarar la guerra y esa tampoco llega. No hay señales ni de un lado ni del otro. Entonces ¿Qué hacemos? Se preguntan. ¿No hay conductor, a quién obedecemos?, ¿Cómo le ganamos a Martínez Salas en el 2015. Ocho años de gobierno radical ¡no! ¡no! .
Barrera no tiene el carisma que tiene Erneta, no es corrupto, es nativo y su familia está asentada en la ciudad, eso hace que pretenda mejorarla. Consulta, parece inseguro y confunde a los experimentados peronistas con sus designaciones. Lo critican, se alejan, no hablan pero se cuidan y esperan la palabra del “conductor” que antes debe eludir a la justicia para lograr que le crean algo más. Barrera necesita pensar para decidir.
En el juego de lo importante y lo necesario lo mejor sería unir los dos conceptos, pero si no es posible diría que lo importante es el pueblo y lo necesario es el partido. Ahí está la disyuntiva que debe resolver Barrera.
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