SERÁ LEY.

Cuando decís NO, no te oponés al aborto. A lo que te oponés es a la implementación de una ley que te saque del cascarón hipócrita en que envolvés la mirada y te enfoque en una realidad que, más allá de tus preceptos, simplemente sucede. Decís NO porque elegís el atajo de mirar al costado. De indignarte si la compañera de tu hija abandonó en cuarto año porque quedó embarazada y en el nombre de algún dios, el colegio le cerró las puertas. De suponer que el bebé que tu vecinita carga en brazos es su hermanito y no un hijo gestado en una de las tantas noches en que la violó su padrastro. De disimular tu descrédito cuando tu cuñado internó a tu sobrina en esa clínica de excelencia por un repentino ataque de apendicitis. Decís NO como cuando creíste que el amor era patrimonio único de señor y señora hasta que la muerte los separe. Cuando te sentiste con derecho a decidir sobre la cama, el deseo y el placer ajenos. Cuando nunca entendiste que los genitales no son una sentencia y que hay más diversidad de lo que tu lógica condenamente binaria te permite admitir. O como cuando te desconcierta la x con que decimos todxs, porque en tu decir solo hay lugar para genéricos de exclusión perpetua.

Decir NO no te deja del lado de la vida y al resto en la vereda opuesta. Lo cierto es que vos y yo transitamos una misma calle de doble mano. Yo elijo la legalización para erradicar de cuajo la mafia que no hace más que alimentar índices nefastos. Vos preferís la clandestinidad por la que se te siguen filtrando tantísimas muertes evitables. El proyecto llega nuevamente al Congreso. Y ojalá, antes de seguir diciendo que NO, te des al menos el permiso de revisar a qué te estás oponiendo. Aborto Legal o Aborto Clandestino. He aquí el verdadero debate.

Más temprano que tarde, SERÁ LEY.